Me aterra que mi futuro pueda
convertirse en pretérito imperfecto,
las sonrisas mal fingidas
con sus llantos de escarlata
y los mudos con tanta labia
que al ver tus caderas se tragan las palabras.
Me apena el ritmo de la rutina,
los besos con las bocas cerradas,
los ojos tapados
y el alma dormida en la veleta
que creas cuando pasas a mi lado
medio adormecida,
me miras
y no dices nada.
Me duelen los versos desgatados
que tanta gente lee
y sin embargo no me dicen nada,
las manos manchadas de tinta
donde nace la ignorancia:
manos sin dedos que tapan la boca
de manos más acertadas.
Y sufro por los cambios de rumbo
que nacen y crecen a mi espalda,
girando el mundo a mi son
cuando se invierte el giro copernicano
si me doy la vuelta dentro de la cama
y no estás donde te recordaba.
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