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jueves, 24 de octubre de 2013

A escondidas

Me gusta esconderme en el silencio de tus besos
y poder perderme en los caminos de tu cuerpo,
la fragancia de tus labios y los que no lo son,
tus formas de convencer sin nunca negar nada
y tu forma de expulsar el aire entre caladas.

Me gustas cuando te vistes de monja indecente
para aparentar ser una puta reformada,
tu forma de beber como un ruso desfasado,
las manera sque tienes para mirar de reojo
y puede que cuando te pones a cuatro patas.

Que únicamente cuando ella dice -te quiero-
solo los tontos clavan sus miradas al suelo
sin poder atreverse tampoco a mirar al cielo,
y es posible que sepan que no se los merecen
o es posible que les entre pavor de escucharlo.

Admito que tambíén formo parte de esos tontos,
aunque solo mi alter ego me permita amarla
a escondidas sin que ella quiera o pueda enterarse.
Pero a veces levanto la mirada del suelo
para encontrar los motivos de por qué la quiero.

martes, 15 de octubre de 2013

Cuando te como la boca.

Mis dedos huelen a tu sexo que nace en tus labios,
impregnándome gota a gota su aroma
para dejarse morir cada noche en mi boca
cada vez que te como los labios.

Te recreas y gimes y galopas
y envuelves mi frío cuerpo con tu calor
cotidiano que tantas veces buscamos
para dar gusto al placer de fundirnos
y, minutos despues, separarnos.

Cuando te como los labios
se hinundan todos los paraísos
que se abren a las puertas de tu ropa
para dejarme morir por siempre
y ahogarme en cada noche
que te abres y cierras, y te posas.

El mundo entero se detiene
cada vez que como los labios
para empezar a girar alrededor
de una habitación en penumbras
cuando pasas el calor de tus labios a mi boca.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La carrera.

Somos dos gotas de agua idénticas
que se deslizan sin fin
de tus pechos a tus piernas saboreando
todos y cada uno de tus centímetros.

Son dos gotas que saben a ti,
y por mucho que me esfuerce
e intente encontrarlas en otro sitio,
no se parecen a cualquiera.

Aún siguen bajando por el pecho
y se deslizan, con suavidad, por las caderas,
para perderse como nunca lo hicieron,
como jamás pudieron soñar
para poder llegar a tus piernas.

Es un polvo hecho travesía
marcado por el ritmo de nuestros cuerpos
que no quieren bajar el ritmo
para que puedan, esas dos gotas,
terminar su carrera.