sitios de interes

viernes, 23 de agosto de 2013

Acabado en mi eterna soledad



-En la ventana de mi habitación tengo puesta una flor que vive conmigo, cada vez que sufro un mal de amor, un pétalo de esa rosa cae y lentamente acabamos con nuestras vidas. Nacimos por separado pero nuestras mierdas de vidas están sujetas por el mismo hilo.

Nacimos por separado sí, pero ahora mamamos de la misma tierra, del mismo puto suelo donde no para de caérseme la cerveza. No necesita agua para la fotosíntesis, ya hay alcohol de sobra para los en el suelo.
Tal vez el hecho de haber perdido a la mujer de mi vida tenga algo que ver con el nivel de vida que tengo ahora mismo. No pretendo culpar a nadie, son cosas de la vida, unos vienen y otros van, al menos me queda el consuelo de saber que se fue siendo feliz ¿A caso la culparías tú?

No… al principio pensaba que era por su culpa, que si se había ido era porque no luchó lo bastante. Después me arrepentía de mis palabras y me daba cuenta que la culpa era en parte mía por lo estar cuando más me necesitaba. Lo cierto y verdad es que se fue por cosas del destino, así es la vida, nada nuevo ¿no? 
Aún pienso en ella, hace un mes de su marcha con un solo billete de ida para no volver nunca más, pero pienso en ella como si se hubiese ido hace un par de horas. No sé, es raro, ni tan siquiera tengo ganas de echar un polvo, ni tan siquiera de hacerme una triste paja a oscuras, no necesito nada de eso, solo la necesito a ella y sé que ya no va a volver, que la he perdido para siempre y por siempre.

Ella era la más hermosa mujer que haya visto nunca, su piel suave como la cera incitaba a soñar despierto que mis dedos la tocan, sus ojos verdes cautivaron a un olivo que se tiñó del mismo verde de sus ojos por envidia. Es tal su hermosura, que Afrodita, tal y como en el juicio de Paris me pide que entregue la manzana de oro a las más bella de las dos, era una diosa despampanante, con largo pelo de oro caído hasta llegar a la cintura y una voz dulce y angelical.

Yo cegado por la belleza de esa mortal que desprendía amor al contrario que Afrodita, bella de entre todas las bellas, pero gélida de amor de tan engreída, más bien se le parecía a la puta de Anajarte que toda llena de encanto sólo pensaba en calentar la bragueta de todo el que se pusiera por delante.

La balanza se inclina sobre mi amor, provocando la ira de la diosa que como castigo por mi infamia decide enviarme a Cupido, el eterno insatisfecho para lanzar una flecha de odio a mi amor o tal vez a mis huevos ya que era lo único que está haciéndome ese imbécil de aquí a un tiempo.

Era una fría tarde de invierno cuando el último pétalo de mi rosa cae marchito sobre mi cama. Era un pesadilla, un jodida pesadilla. Ni tan siquiera podía besarla mucho menos rozarla, sus piernas, sus largas piernas, lejos de mi alcance.

Ya no puedo más, el corazón de tanto latir me va a estallar, veo a esa mujer todos los días y puedo gritar a los cuatro vientos y decir que la quiero… pero la soledad se ceba en mí y la melancolía inunda mi pecho como si fuese una jodida bala atravesando el corazón de un soldado. La tristeza me ahoga y tan solo espero el momento de la llegada de mi sueño. 

Cae la noche en mi habitación siendo mediodía, las persianas están subidas, las cortinas recogidas, son solo las cinco o seis de la tarde pero no entra ni un solo rayo de luz al cuarto. Pasan las horas y en la oscuridad veo su cara, la toco… pero tan solo es un sueño, ella no está, no la he tocado en ningún momento, ni tan siquiera está ahora mismo aquí, conmigo, de todas formas es el único momento en dos días en el que he encontrado una falsa felicidad. 

Todo es un simple sueño, una hermosa mentira en la quisiera vivir. Pero lo cierto es que estoy despierto, en este puto mundo, deseando y maldiciendo mi vida. Deseando que todo que este mundo lleno de mierda, de podrida y asquerosa mierda fuese como el título de Calderón de la Barca “La vida es sueño”. Pero no, tengo que joderme y esperar a la oscura noche para seguir soñando.

Lo malo de los sueños es que son traicioneros y lo mismo que te muestran una cosa te pueden mostrar, dos segundos después, todo lo contrario y convertirse en una pequeña realidad esporádica que toca los huevos. Como mi vida, como estoy, como siempre. Nada nuevo, nada nuevo.

Ahora si la veo despierto, estoy delirando y por ello tengo miedo y a la vez felicidad, es una sensación algo rara. Espera, empiezo a saber lo que es, cierro los ojos y todavía está ahí, es amor, amor que lleva mi sangre por todas las venas de mi cuerpo.

En un desesperado intento de terminar con este dolor, cierro los ojos y de mi habitación en el más oscuro rincón junto mis manos para pedir a Dios que me lleve al fondo del mar y que se ahoguen todas mis penas en la mar para librarme de esta agonía, para que la soledad me parezca divina, porque sé que nunca más veré su cara, ni siquiera esos ojos verdes, ni su piel blanca cual nube en verano. 

Ruego que nunca me deje solo con mi amor a solas pero siempre se desvanece cuando sólo me quedan dos pasos para llegar a ella, ya no sé qué hacer ni qué decir. A veces corro para pillarla pero siempre logra escaparse de mí, como si fuese niebla, aire, viento.

El miedo me va invadiendo como una jodida inundación, como si fuese un maremoto. Lo hace con ferocidad y parece que quiere destruirme. Menuda ironía, mis propios miedos quieren destruirme y parece que lo están consiguiendo más rápido de lo que se imaginaban.

Mientras, espero la llegada de mis súplicas, me acerco al armario donde tengo unas botellas de alcohol, sin otra cosa que hacer y para matar el tiempo mientras espero la hora de mi dulce fin, abro una botella de whisky de treinta años, un gran reserva que tenía mi padre reservado para mí el día de mi boda y que solo le habíamos dado un trago cada uno, quería guardarla y seguir con esa tradición, pero su marcha merece más un trago que una estúpida boda con su maldita firma de unos papelitos ante un cura que, en los tiempos que corren de seguro es un pederasta.

Pero ni con el alcohol consigo borrar mi amargura.
Triste, solo y borracho lloro en silencio mis penas. No hay nadie que pueda ayudarme ni tampoco lo necesito, yo solo puedo terminar con esto. Recibir ayuda es de fracasados, perdedores que no tienen cojones a dar un golpe de autoridad en su propia vida. No, ellos solo esperan verte llorar, el resto no les importa una mierda.

Lo cierto es que nunca se me dio bien llorar delante de la gente y tampoco a solas, sino es con una buena botella de whisky o unas cuantas cervezas, tampoco puedo hacerlo, tal vez yo mismo vea como una debilidad el simple hecho de llorar, o de cobardes, pero esa esta noche me apetece llorar.

Descargarme por una puta vez en mi vida con un buen llanto y probar de una jodida vez a qué saben mis lágrimas. No es que tenga mucha curiosidad por cómo saben, pero ella no puede regresar y lo necesito.
Me arribo dando tumbos a mi escritorio, cojo papel y lápiz y esparzo hasta la última gota de mi amor sobre el papel mojado de tanto llorar por ella, escrito dejo que ahora no lo sabe pero que siempre la quise, siempre, sin importar la situación, el momento o el lugar.

Lo que escribí no me acuerdo, creo que no lo soñé, que lo escribí de verdad pero ya te digo, no lo encuentro. Creo recordar que te lo di a ti la semana pesada ¿es posible? Y si no, no importa, no lo quiero para nada, era solo esta absurda sensación.

Ahora sí, mareado, con náuseas y un fuerte dolor de cabeza me tumbo en la cama, las paredes se mueven enfrentándose las unas con las otras con el único propósito de caer al suelo para derrumbar así la casa sobre mí pero no me importa, estoy deseando que caigan, que caigan y esparzan mis jodidos sesos por el suelo.

Yo, harto de una discusión que no me interesa para nada y ante escándalo sin igual, duermo…  ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre? No recuerdo su nombre, sus ojos ni su voz, ya no me acuerdo de su cara ni su cuerpo, pero sin embargo me encuentro en paz, no me siento mal, de repente se me ha pasado todo el sufrimiento que nublaba mi mente y atosigaba mi pecho. 

Pero todo se acaba y suena un despertador… ¿Qué ocurre? No me puedo levantar, no puedo pensar… tan solo puedo soñar sin soñar nada. Cada segundo noto que me hundo en una acogedora soledad, ya no sé qué significa amor. 

Ahora lo entiendo todo, se ha cumplido lo que yo más deseaba, ha llegado mi fin. Tal vez ahora pueda volver a hacerle compañía, tal y como he deseado desde hace varias semanas. La verdad es que desde que se fue, mi vida dejó de tener sentido alguno.

Pero en esta paz me nace otro problema y es que sufro por no volver a verla, sufro por no poder tocarla, pero lo que más me duele sin duda es no poder amarla.

Pensándolo fríamente, tal vez no esté muerto y esto sólo sea uno de esos estados en los que el alma abandona al cuerpo por unos instantes para cumplir aquello que tanto deseamos, pero tampoco estoy seguro, la resaca no me deja pensar con claridad.

¿Qué opina usted de todo esto doctor? ¿me estoy volviendo loco o es algo normal cuando desaparece la persona que siempre has querido de la noche a la mañana? Yo no encuentro respuesta alguna.- 

Tras mi monólogo de diez minutos se hizo un breve silencio, yo sentado en esa tumbona tan cómoda, de estas clásicas que tienen casi todos los psiquiatras, y el doctor en su silla, con los dedos entrelazados, cavilando una respuesta para poder decirme alguna chorrada o mandarme directamente alguna pastilla para la puta depresión. No, necesitaba pastillas para la depresión, solo un cubata más y verla una última vez, eso es todo lo que necesito, nada más, nada más.

Estaba jodido, no llegó a abrir la boca el loquero cuando, de repente, una voz apareció por la ventana, una dulce y suave voz que no me pasó desapercibida, era ella, podía oírla, era su voz, su tono y su mesura y su pausa, pero ella no estaba. Un espíritu, eso me parecía, pero ya soy un hombre con pelos en los huevos y no hay cabida para los espíritus ¿o es que acaso tú aun la tienes?

-Querido, vamos, ya es la hora, recuerda que hemos quedado para comer en casa de mis padres hoy, como todos los domingos- dijo, pero no aparecía por ningún sitio y su voz retumbaba entre aquellas cuatro paredes pintadas de color salmón.

-Pero… no es posible- dije- te fuiste, todos te despedimos hace hoy justo un mes, no es posible ¿qué significa esto?-

-David, venga, no te hagas más el remolón que se nos está haciendo tarde, déjate ya las tonterías o me voy a enfadar- me dijo esta vez en tono más alto que la anterior.

Fue entonces, en ese preciso momento cuando desperté y allí estaba ella, mirándome, acostada a mi lado en la cama, con la boca preparada para darme un beso de buenos días, desnuda, como acostumbra a dormir. Así es muy difícil no levantarse de buena mañana por muy mal que lo haya pasado en el sueño con una jodida pesadilla. Yo sudaba, ella se dio cuenta como siempre que me pasa algo.

-¿Has tenido pesadillas?- preguntó.
-Nada que me haya podido quitar el sueño, pero eso sí, quiero que me prometas una cosa- me cortó la frase a medias.
-¿Qué quieres que te prometa?- sonrió.

Nunca hasta ese momento me había dado cuenta de lo jodidamente enamorado que estaba de su sonrisa, de la curva que toman sus finos labios y, sobre todo, la forma de posarse la mueca sobre las mejillas. Me quedé mirándola por unos instantes, atontado, disfrutando del momento y dando gracias por haber sido solo un asqueroso sueño.

-Prométeme que no te vas a morir- me levanté de la cama, me vestí y nos fuimos a comer. Los dos, como espero que pase siempre durante muchos domingos de muchos, muchos años.

sábado, 17 de agosto de 2013

Una de sesenta





Cincuenta y nueve ventanas cerradas
Y una sola abierta.
El viento sopla hacia ellas
Para rebotar muriendo en las persianas,
Solo una ventana acoge sus átomos
Para bailar a su son las cortinas.

Se oye gemir el viento melodioso,
Se dirige a ellas
Y solo una escucha su canto,
El resto lo rechazan,
No saben apreciar la melodía
Que acompaña en forma de hoja de árbol.

Yo lo oigo
Y acompaño a esa triste ventana
Escuchando al suave viento
¿Quieres oírlo tú?
Una de cincuenta y nueve abierta;
Una sola ventana, inmensa.

lunes, 5 de agosto de 2013

Fuera de contexto.

Montar un andamio para llevarte a la luna,
gozar de ti en todos y cada uno de tus sentidos,
amarte siempre pero amarte más por tus adentros,
domarte para que seas mi única gantera,
apretarte seguramente contra mi pecho
para que no pudieras soltarte, aunque lo intentes,
y tirarte a la cuesta del olvido cuando quiera.

Perder la noción de lo real
cuando decides dar un quiebro de caderas
para dejar a un lado a todos los babosos
(yo incluido, puta endiosada)
que intentan, sin conseguirlo,
besar el suelo que pisas.
Ya no serás nada,
si acaso humo y, otras veces, aire,
y no somos más que dos sombras en las cenizas.

Sombras de amor esparcidas de mi fue,
sin conseguir doblegar estos despojos
para decirte una y mil veces
que lo real es todo cuanto quieras,
dividido mi mundo
entre las sumas y restas que dan tus caderas.
Que solo soy un tiempo pasado
de lo que viene siendo tu futuro escueto,
y el resto del tiempo
me dedico a contar las horas por el sueño
de llegar el día en el que retroceda el tiempo.

Que solo soy un puto aventurero
que se atrevió a darte besos y tatuarte,
con tinta indeleble,
todos y cada uno de estos malditos versos.
Que cuando miras aún sabes de sobra
toda la mierda que siento
y solo tu espalda tiene cabida para alojar
tantas estrofas decadentes sin pretexto.