Dame locura. Tú solo dámela,
que yo me encargo de poner el resto.
Si acaso eso te pareciese muy poco
con sumo gusto yo lo resuelvo.
Pero dame la locura de tu boca,
que no habrá por deseo ni firmamento.
El deseo es el éxtasis del cuerpo
ajeno que recorre todo el tuyo.
Dichosa sea aquella lengua que pueda
con sus poros pasar por la grieta del entanto
que sitúas por debajo del ombligo.
El éxtasis crea una rima sin par
entre júvilo, jadeos y gemidos,
y son las manos que rozan tu pecho
las que van activando los sentidos.
No digas cómo tuerces la mirada
cuando del gozo nacen los suspiros,
y dime que en mis versos me equivoco
pero déjame gozar de tu exilio.
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