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lunes, 18 de marzo de 2013

Entre grillos, funcionarios y enfermeras.



Silencio. Solo había silencio, iba a juego con las paredes blancas del pasillo. Di una vuelta, estaba inquieto y me entró la curiosidad de saber qué más había allí, pero nada, una habitación tras otra, por lo menos tenían el detalle de ser habitaciones individuales. Mala noticia, las habitaciones individuales son solo para moribundos, todo eran viejos o casos graves de infartos y otras enfermedades graves que cortaban el árbol de la vida.

Allá a lo lejos, un pequeño mostrador, asomaba una enfermera, aunque más bien parecía que el teléfono era quien la sostenía a ella. Es impresionante como algunas personas se pueden abstraer en el círculo vicioso que se crea con uno mismo, ese pequeño aparato y una persona incorpórea a nuestros ojos. “Así va este puto país” pensaba otra vez para mí, lo cierto es que con la mierda de la telefonía todo aquél que tuviese unas oposiciones, se pasaba su trabajo por su propio sexo.

Hablar, hablar y más hablar, trabajar lo justo para no ser despedidos, llevar pastillas y comida, nada más. En verdad yo también había pensado un par de veces hacerme funcionario para no sudar ni gota, pero se me olvidó el requisito fundamental: el café. No me gusta el café de máquina, solo calentarme leche y echarle una o dos cucharadas de café descafeinado, así que no cumplía los requisitos mínimos para ser un huevón funcionario sin preocupaciones y un sueldazo del copón por no hacer nada.

Un grillo. Los funcionarios me recuerdan a los grillos y las enfermeras no son una excepción. Se pasan la vida entre las ramas y flores en donde tarde o temprano morirían, nada es perenne, todo lo que vive tiene que morir. Cantando, como si escondidos pasaran desapercibidos, pero su peculiar canto, estridente y a la vez hermoso, te dan fácil su localización aunque no los puedas ver. “Buena metáfora” pensé, las enfermeras también se esconden y pasan sus días escondidas hablando por teléfono y sustituyen sus ramas y sus flores por los pacientes que, tarde o temprano, acabarían por morir en sus camas. Camas con mantos verdes para emular los pastos de césped. “Todo muere, grillito, ahora entiendo por qué no tenéis prisa en este campo.”

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