Triste y
oscura despedida de celos, refriegas y demandas. Tristes como tú las querías, y
ahora, dueña de mi alma, arrebatada mi pasión, te ofrezco mi bandada de pájaros
espantada. Pájaros que habitaban en mis sueños si despierto te veía al alba;
ahora que no estás andan perdidos, como tú y como yo, como mi alma.
Triste y
oscura la hora en que te despediste entre árboles y sombras, césped y ramas que
solo yo veía; eras tú quien las ocupabas. El viento de la noche era escueto
pero cantaba baladas tristes, palabras tristes, salían de tus labios; llegaban
a mi alma. Eran tristes, sí, muy tristes, todo estaba oscuro y era yo quien
lloraba. Desgarradoras lágrimas, a ti no te importaba: pausada, sosegada y
serena, como tú las creaste, como yo la amaba.
Ahora el viento
ruge fuerte en horas esquivas y noches tristes, como tú lo amas, como yo nunca
quise. Qué cálido era el anterior invierno, el que tú me diste, el mismo que yo
amaba, y no este invierno parafernálico que se adentra en los huesos sin
consuelo ni remedio, el que no añoraba, el mismo que tú me mandas. Si no
tuviese las manos encalladas, serían agrietadas por la escarcha que deja todas
las mañanas las lágrimas en mi almohada.
Pecaminoso
camino el que recorro dando tumbos, buscando besos en los versos que te
escribo, describo a mi musa y la convierto en barro pero queda adormecida en tu
regazo. Disculpa si te hablo demasiado romántico, es la añoranza quien me manda
tal desacato, que no sea el humo del tabaco ni el alcohol que trago quien te
traiga de soslayera, si así fuera, vida mía, yo de un plumazo a mi ingenio con
el olvido mato.
Debes saber,
alma de mi alma y dueña de mis actos, que el primer “hola” que me mandes se
convertirá en el primer “adiós” que yo te cante. Que hay quien se olvida de lo
que buenamente puede, y yo, al no estar contigo, me olvido del tiempo.
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